Sé fuerte y valiente: Dios siempre está contigo

En el viaje de la vida adulta, enfrentamos desafíos que prueban nuestra fe y nuestra resistencia. Hay decisiones cruciales que tomar, responsabilidades que cumplir y, muchas veces, incertidumbre sobre el futuro. Sin embargo, en medio de todo esto, Dios nos anima a recordar la promesa de Deuteronomio 31:6:
«Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará.»

Dios no promete que nuestra vida será fácil, pero sí promete que nunca estaremos solos. Esta certeza nos invita a caminar con confianza, sabiendo que Él es nuestro refugio y fortaleza.

Pon en práctica esta promesa:

  1. Confía en el carácter de Dios.
    Dios es fiel, y su promesa de acompañarnos no tiene caducidad. Recuerda los momentos en los que has visto su mano obrando en tu vida. Su presencia es como un ancla que te sostiene, incluso en medio de la tormenta.
  2. Fortalece tu fe mediante la obediencia.
    Ser valiente no significa no sentir miedo, sino avanzar con fe a pesar de él. Obedecer a Dios en nuestras decisiones, aunque implique riesgos o incomodidad, es un acto de valentía que Él honra con su guía y provisión.
  3. Rodéate de una comunidad de fe.
    Al igual que los cables que sostienen un puente, las personas que comparten nuestra fe son fundamentales para mantenernos firmes. Busca apoyo en tu iglesia, en grupos pequeños o en amistades que te inspiren a caminar con Dios con valentía.
  4. Ora por sabiduría y fortaleza.
    La vida adulta viene con decisiones difíciles, desde cómo liderar una familia hasta cómo enfrentar problemas laborales o financieros. A través de la oración, encontramos la paz y la claridad para discernir la voluntad de Dios.
  5. Sé un testimonio de valentía para otros.
    Tu fortaleza y confianza en Dios pueden inspirar a quienes te rodean. Así como David enfrentó a Goliat con fe en Dios, tú puedes ser un ejemplo de valor y esperanza para tu familia, amigos y comunidad.

Oración

Señor, gracias por la promesa de tu presencia constante. En los momentos de duda y temor, ayúdame a recordar que no estoy solo. Dame la fuerza para enfrentar cada desafío con valentía y la sabiduría para tomar decisiones que glorifiquen tu nombre. Amén.

Conclusión:
El llamado a ser fuertes y valientes no es una invitación a confiar en nuestras propias capacidades, sino a confiar en el Dios que camina con nosotros. No importa cuán grandes sean las “naciones” o los “gigantes” en nuestra vida, su promesa permanece: Él nunca nos dejará ni nos abandonará.

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