«El Señor es muy misericordioso y compasivo». Santiago 5:11
¿Quieres un cuadro más nítido del carácter de nuestro Dios que el que nos presenta Santiago 5:11? Aquí aparece retratado a todo color y en alta definición. Vuelve a leerlo conmigo: “El Señor es muy misericordioso y compasivo”. Sí, ese es nuestro Dios. ¿Por qué será que textos como este no son más conocidos, comentados y difundidos? ¿Por qué en lugar de hablar de nuestros defectos o de los de otras personas no nos concentramos más en los encantos de nuestro Dios y en intentar que se vean reflejados en nuestro carácter?
¿Qué pasa al ser el Dios del Cielo tan misericordioso y compasivo? Pues que podemos ir a él y contarle todas nuestras alegrías, penas, cuidados y temores. Podemos estar seguros de que no se cansará de escuchar nuestros ruegos, nuestros pedidos ni nuestra conversación. No hay manera de que podamos cansarlo, agobiarlo ni desanimarlo.
No tenemos que exagerar la situación que le presentamos, pues él mismo ya sabe lo que vamos a decirle antes de que lo pensemos, y además hasta tiene contados los cabellos de nuestra cabeza. Por lo tanto, él es un oidor atento y sensible, al que le importan mucho todas nuestras cosas, bien sean grandes o pequeñas. Si oramos, nos escucha y nos responde; si lloramos, nos consuela y nos sana; si le pedimos, nos da; si lo buscamos, nos permite hallarlo; y si llamamos a su puerta, nos abrirá.
Un Dios así sabrá perdonarnos cuando cometamos errores y nos arrepintamos. También nos dará cualquier cosa que le pidamos y que, en su sabiduría, contribuya a su plan para nuestra vida. Un Dios como él siempre tendrá un consejo oportuno, una salida a la situación difícil y una esperanza para el mañana. Un Dios misericordioso y compasivo siempre se gozará en vernos felices, saludables y progresando.
A Dios le importa todo lo que impacta tu vida y tu paz: dónde vas a vivir, con quién te casarás, dónde trabajarás y todos los problemas que tienes. Si algo salió bien contigo, se alegra; si algo salió mal, está cerca para consolarte. No hay nada que pueda hacer por el bien de sus hijos que él no haga.
No necesitamos convencerlo, porque su inclinación natural es a ayudarnos y beneficiarnos. Y nunca permitirá que el enemigo nos ataque, nos tiente o nos dañe, sin levantar su bandera en nuestro favor. Su naturaleza protectora le hace cobijarnos bajo sus alas. Le gusta que estemos amparados a su abrigo, y él mismo ha prometido estar hasta el fin del mundo con nosotros.
Autor: Roberto Herrera
Libro: Asi es Dios. Reflexiones Matutinas para Adultos